Muchos padres y madres, o incluso parejas sin hijos, se sientes culpables cuando consiguen sacar un poco de tiempo a la semana para dedicarlo a sus aficiones. Sacan conclusiones como que dedicarse tiempo a uno mismo es “robarle” el tiempo que podrían dedicar a la familia.
Y es que con el ritmo de vida que llevamos, las responsabilidades, las agendas personales y profesionales que compaginamos, apenas nos queda tiempo para nosotros. No siempre es cuestión de una mala organización o gestión del tiempo. Muchas veces se trata de una sobrecarga, de nuestro nivel de exigencia o de creencias que impiden que nos podamos dedicar tiempo a nosotros.
La salud mental en gran parte depende de nuestro equilibrio entre los diferentes roles que desempeñamos, padres, madres, trabajadores, amigos, personas, familia… Así que prestar atención a nuestras necesidades muchas veces define también nuestro nivel de bienestar, satisfacción y felicidad con la vida. Esto es motivo suficiente para echarle un ojillo a los siguientes consejos.
Efecto boomerang, el bienestar genera bienestar
Si el ejercicio físico te hace sentir bien, también mejorará tu trato y el tiempo que compartes con los demás. Porque además de la cantidad de tiempo que compartimos con nuestra familia, también influye la calidad de ese tiempo compartido. ¿Cómo van a verte los demás contento y alegre si te sientes asfixiado con el ritmo, las responsabilidades y te niegas tus válvulas de escape?
Creencias, deberías y otras exigencias
Nuestra escala de valores se sustenta muchas veces sobre creencias y deberías que no se justifican. A las personas nos gusta ser generosas, bondadosas o complacientes. Y esto es genial porque fomenta el amor y las buenas relaciones entre la familia. ¿Pero cuál es el límite? Como en todo en la vida no se trata de posturas opuestas. Lo doy todo o no doy nada. En esa entrega de tu tiempo hay una escala. Y no dejas de ser peor padre, madre o pareja por cuidar de tu salud física y mental.
Necesitas cambiar creencias que limitan tu bienestar emocional. “Debería ser un padre ejemplar y dedicar todo el fin de semana a jugar con mis hijos”, “Debería ser una madre maravillosa, bondadosa y atenta y estar toda la tarde pendiente de los deberes de mis hijos”. Igual puedes seguir siendo igual de ejemplar si dedicas tiempo de calidad a jugar y tiempo de calidad a repasar los deberes con ellos una vez los finalicen. Así además les enseñas un modelo de madre y padre capaz de compaginar todas las facetas de su vida. También les enseñas que el tiempo de cada uno es importante y que hay que respetarlo. Y que tener hijos no supone abandonar tus otros roles. Este tipo de enseñanzas serán muy importantes de cara al futuro, tanto por el tipo de relación que establezcan con sus parejas como por el bienestar al que puedan aspirar y las renuncias que crean tener derecho a hacer.
Elige momentos en los que todos salgan ganando
Hay momentos durante el día en el que estar presente no aporta calidad al tiempo de tu pareja o de tus hijos. Tus hijos tienen extraescolares, tienen que hacer deberes, puede que ya sean autónomos y se duchen solos. No tienes que estar presente. Puede que tu pareja vaya a yoga, a correr o tenga clases de flamenco. Aprovecha cuando sea posible para compaginar tiempo de aficiones de tal manera que a la vuelta podáis estar juntos y disfrutar juntos y de la familia.
Baja tu nivel de exigencia
Tus hijos no quieren un padre o una madre perfectos, quieren padres felices. Que el tiempo que les dediquen sea divertido y sereno. Difícilmente tendrás una actitud divertida si tienes la sensación que no puedes dedicarle unas horas a tu deporte. Sentirás que te falta algo…sobre todo algo tan importante como el ejercicio, que modifica nuestros neurotransmisores aumentando el nivel de felicidad y bienestar.
Póntelo fácil
Una manera de bajar el nivel de exigencia es tratar de facilitarte la vida. Cuando te facilitas la vida, consigues sacar un poquito más de tiempo. Puedes hacer la compra por internet, elaborar los menús de la semana el viernes, tratar de hacer comidas saludables pero rápidas, delegar tareas en tus hijos y en tu pareja para que no tengas que ocuparte tú de todo…
Inculca el deporte como algo divertido
Puede que no tengas que realizar tus entrenamientos al margen de tu familia, sino con ella. Hacer deporte en familia puede ser muy divertido. No trates de imponer ni de exigirles. Solo haz la propuesta, pídeles que prueben y trata de que disfruten cuando te acompañen. Recuerda que es una afición, una diversión, un momento para compartir y comunicarse, no es una competición. No les exijas más ritmo, más intensidad ni siquiera les pidas que se lo tomen en serio. Es la mejor manera para desmotivarles y que no disfruten. Así terminarán abandonando.
Ante lo imposible, convierte tu casa en un gimnasio
Es cierto que hay momentos de nuestra vida, como cuando tenemos bebés, que escaparte a hacer deporte a veces se convierte en un imposible. Entre la dependencia de los chiquitines y las responsabilidades, el tiempo es justito, justito. En este caso siempre puedes plantearte pedir asesoramiento de un preparador físico que te oriente con ejercicios para casa. Hoy en día es muy sencillo trabajar ejercicios de cardio y fuerza sin la necesidad de estar en un gimnasio.
Pide ayuda
Hay mucha gente dispuesta a echarte una mano, abuelos, amigos, vecinos. Y a los que tú también puedes devolver el favor cuando lo necesites. Ser autosuficiente a veces es agotador. SI no pides ayuda, será difícil que alguien te ofrezca lo que no sabe que necesitas.
Hacer deporte es una fuente increíble de bienestar y felicidad. Tienes derecho a disfrutar de este regalo de la vida y de tus momentos. No te anules por ser madre o padre. Esta exigencia no viene en ningún manual.
Fuente: sportlife.es